lunes, 11 de agosto de 2008

Thalassa!


Hace tiempo que no me dejaba caer por estos pagos, en parte por estar ocupado, en parte por no encontrar nada que me mereciera la pena comentar. Verano en Córdoba es algo que te deja un poco zumbado, como una antihibernación de un oso. Aunque ahora las tardes las tengo libres (gracias al cielo), las horas pasan tirado en el sofá, viendo la tele, leyendo, jugando al ordenador, como si fuera inconcebible emplearlas en algo "productivo". Y todos los años se reabre la herida que llevo en el corazón, cicatriz de la amputación del mar. Ausencia salada, sal que, como en toda herida, escuece siempre, porque el mar es como un familiar, un amigo, que ya no está. Esta imagen (podrían ser otras mil) es la que tengo ahora de fondo de escritorio, a modo de ventana-metadona, como sustitutivo de la mar de Cádiz. Porque la mar oceana es como Dios (si existiera), uno y múltiple, cada día, cada playa, cada pueblo tiene su mar, que es el mismo y no lo es. Y cada persona.....
Me siento melancólico, por esa ausencia permanente, por la perdida de mi cómplice, amigo, compañero y bálsamo. En apenas dos días iré de nuevo a encontrarme con el, ella, ello y me sentiré pleno de nuevo, abrazado por su frescor, que perdona todo calor, que te mece en el olvido del infinito. Y en unos días mas, de nuevo la despedida, sin andenes de estación, sin pañuelos ondeando, sólo en el olor del aire, en el viento que se queda en el puente Carranza.

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