jueves, 22 de febrero de 2007

Mi primer amigo

En este periplo por los últimos treinta años voy a permitirme esta vez un pequeño truco, porque si mi finalidad era narrar experiencias concretas de importancia en mi vida, dificilmente esta foto añeja puede entrar dentro de esa categoría. Sin embargo, la experiencia de tener un hermano, y sólo uno, ha sido uno de los influjos mas fuerte que he tenido. Aliado/competidor, molestia o bálsamo, compañero de aburrimiento y diversión, amigo-enemigo, carne de mi carne. El titulo de primer amigo es paradójico, puesto que nunca lo vi así, mi hermano y yo desarrollamos una amistad consciente tardíamente, una vez superado el obstáculo que supusieron nuestras respectivas adolescencias, cargadas de caraja y tontería. Pero mucho antes, cuando eramos tan pequeños que casi no lo recordamos, el y yo estábamos juntos día y noche. Esta foto es un poema de aquellos primeros años 80, ambos sentaditos en el escalón de Palace Manor. Muy juntitos y con la famosa inocencia infantil. Es veranito, la estación de la infancia por excelencia, y mas junto a la playa. Llevamos pantalones cortos y mi hermano hasta tirantes. Yo agarro una pala de playa, uno de esos objetos que plagan la memoria de los niños gaditanos, como aquellas alpargatas de plástico cerradas con hebillas metálicas siempre oxidadas y que eran imprescindibles para ir a las rocas. Esta foto tiene el valor de revivir aquellos veranos inacabables, con la única preocupación de jugar con la arena, ir a casa de los Galiana o tomar nuestro Nesquik fresquito. Tardes de ir a la piscina donde ahora está la policía local y ser un tritón o un delfín dependiendo de nuestra aptitud natatoria. Tardes de bocadillo de chorizo con margarina para que fueran menos secos. Todos tenemos tal cumulo de emociones y sensaciones asociados a la propia infancia que casi nos embriaga ponernos frente a una de las llaves de la memoria, como hago yo con esta tierna y melancólica (para mi) imagen. Como decía Proust, el tiempo es una mardalena, y si es de la Bella Easo, dura poco. Lo que fue realidad únicamente presente, rabioso presente, donde esperar 15 minutos era un suplicio, ahora queda sólo como sueño, como eco, como el parecido entre Pablo y yo con nuestras versiones de 2007.
Mi mente encadena recuerdos y situaciones vividas con mi hermano, desde nuestros partidos de futbol pasillo durante muchos años a juegos en la calle con otros niños, borracheras compartidas, peleas constantes, violentas o de verdad. Los dos tirandonos juntos en nuestro monopatín azul (bueno, si, era tuyo), regaló de la madre del Teti. Buscando litronas vacias para venderlas en la calle de atras al "cateto" por cinco duros, que solían acabar en chucherias (antes de que nacieran las barracas) o en los recreativos, donde dormían los sueños de los niños de entonces.
Lo dicho, es genial tener un hermano como Pablo, mi buen amigo el Pavo Buitre, cada día menos pavo. Te quiero hermanito!

lunes, 19 de febrero de 2007

Orgullo Scout



Otro capitulo importante en mi repertorio de experiencias lo forma todo lo vivido con mis queridos e incomprendidos scouts. Ser scout ha sido siempre uno de los pilares fundamentales de mi personalidad y en el momento de escribir estas lineas acumulo 22 añazos de vida scout. Nunca nada ni nadie, fuera de la familia, ha permanecido tanto tiempo presente en mi vida. No es posible entenderme, creo yo, sin el escultismo. En cuestión de autonomía, autoconfianza y muchas otras cosas, soy deudor del grupo 188, particualr versión de los scouts que encajó bien con mis creencias, como la laicidad, el tener las puertas abiertas a todos y de verdad y cierto desparpajo medio jipi, medio macarra.
Pero todo esto es un plastazo que no hace referencia a vivencia alguna. Era de nuevo una pequeña introducción repitiendo lo ya sabido por todos los que constituyen la pequeña, pero selecta, audiencia de esta bitacora. Sin embargo, la foto que hoy comparto con vosotros (retocada por photoshop para cachondearme de mi mismo) si se tomó en un momento concreto y un lugar especifico. Se trata de Julio de 1994, en el Parque Nacional de Picos de Europa, un lugar maravilloso. Estaba a punto de cumplir los 18 años y acababa de aprobar selectividad. Con la pandilla de colgados que me acompañan en la foto, recorrimos a pie durante 15 dias los pueblos, rios, montañas y bosques de por allí. Estabamos a cientos de kilometros de cualquier conocido. Sólo nos teniamos a nosotros mismos (nos acompañaba un adulto, claro). Nos cocinamos, durmimos bajo varias tormentas, acampamos en un corral de cabras y nos bañamos en pristinas aguas de manantiales de montaña, tan frios como transparentes. Vivimos en un contacto permanente con la naturaleza y los vecinos del lugar, a los que conocimos y llegamos a apreciar, como un sacerdote que nos dejó dormir en el jardin de la iglesia o Pep, el de Isolina, un pastor de Cangas que nos acogió en su establo durante una tormenta y que nos invitó a permanecer allí todo el tiempo que quisieramos. Al final nos quedamos tres dias, llegando a ayudarlo a ordeñar a los animales. Anduvimos durante muchos días, y sufrimos verdaderas penalidades (una amiga se doblo los dos tobillos en medio de una montaña, sin camino ni indicación alguna a más de diez kilometros de cualquier ser humano). Pasamos frio, hambre (que asco de comida haciamos!!) y estabamos sucios y cansados. Pero, a pequeña escala, conseguimos algo grande, que nos hizo fuertes y que nos llenó de orgullo, porque mientras otros pasaban sus vacaciones en la playa, sin esfuerzo y, en verdad, sin recompensa, nosotros visitabamos a pie, como los verdaderos viajeros, una tierra donde parece que los duendes duermen en las raices de los tocones. Fue, probablemente, el mejor campamento, scout o no, que haya hecho jamas.