lunes, 19 de febrero de 2007

Orgullo Scout



Otro capitulo importante en mi repertorio de experiencias lo forma todo lo vivido con mis queridos e incomprendidos scouts. Ser scout ha sido siempre uno de los pilares fundamentales de mi personalidad y en el momento de escribir estas lineas acumulo 22 añazos de vida scout. Nunca nada ni nadie, fuera de la familia, ha permanecido tanto tiempo presente en mi vida. No es posible entenderme, creo yo, sin el escultismo. En cuestión de autonomía, autoconfianza y muchas otras cosas, soy deudor del grupo 188, particualr versión de los scouts que encajó bien con mis creencias, como la laicidad, el tener las puertas abiertas a todos y de verdad y cierto desparpajo medio jipi, medio macarra.
Pero todo esto es un plastazo que no hace referencia a vivencia alguna. Era de nuevo una pequeña introducción repitiendo lo ya sabido por todos los que constituyen la pequeña, pero selecta, audiencia de esta bitacora. Sin embargo, la foto que hoy comparto con vosotros (retocada por photoshop para cachondearme de mi mismo) si se tomó en un momento concreto y un lugar especifico. Se trata de Julio de 1994, en el Parque Nacional de Picos de Europa, un lugar maravilloso. Estaba a punto de cumplir los 18 años y acababa de aprobar selectividad. Con la pandilla de colgados que me acompañan en la foto, recorrimos a pie durante 15 dias los pueblos, rios, montañas y bosques de por allí. Estabamos a cientos de kilometros de cualquier conocido. Sólo nos teniamos a nosotros mismos (nos acompañaba un adulto, claro). Nos cocinamos, durmimos bajo varias tormentas, acampamos en un corral de cabras y nos bañamos en pristinas aguas de manantiales de montaña, tan frios como transparentes. Vivimos en un contacto permanente con la naturaleza y los vecinos del lugar, a los que conocimos y llegamos a apreciar, como un sacerdote que nos dejó dormir en el jardin de la iglesia o Pep, el de Isolina, un pastor de Cangas que nos acogió en su establo durante una tormenta y que nos invitó a permanecer allí todo el tiempo que quisieramos. Al final nos quedamos tres dias, llegando a ayudarlo a ordeñar a los animales. Anduvimos durante muchos días, y sufrimos verdaderas penalidades (una amiga se doblo los dos tobillos en medio de una montaña, sin camino ni indicación alguna a más de diez kilometros de cualquier ser humano). Pasamos frio, hambre (que asco de comida haciamos!!) y estabamos sucios y cansados. Pero, a pequeña escala, conseguimos algo grande, que nos hizo fuertes y que nos llenó de orgullo, porque mientras otros pasaban sus vacaciones en la playa, sin esfuerzo y, en verdad, sin recompensa, nosotros visitabamos a pie, como los verdaderos viajeros, una tierra donde parece que los duendes duermen en las raices de los tocones. Fue, probablemente, el mejor campamento, scout o no, que haya hecho jamas.

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